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Historia del bosque

El bosque es nuestro paisaje más vivo y el elemento esencial de la propia historia de Arcera. El estado actual de nuestros conocimientos nos permite concluir que el asentamiento de la población en el pueblo, es el factor determinante de la evolución de nuestra masa forestal.

Antes de la colonización humana los robles, hayedos y otras asociaciones menores (avellanos, arceros, serbales, acebos, etc... ), dominaban el panorama vegetal, llegando a recubrir la práctica totalidad del territorio. Las zonas de lastra y sierras calvas de argumas y brezos, eran las únicas zonas donde se impedía el desarrollo del ecosistema forestal.

Según las escasos datos que tenemos del pueblo, podemos situar las primeras aglomeraciones de población sobre antiguas zonas boscosas, empezaron a roturar pequeñas superficies para convertirlas en los primeros poblados entre los Siglos IV y XII , en la zona conocida como la mata y zonas limítrofes. Los pobladores, en un principio escasos y una limitada capacidad para influir en el medio se van convirtiendo en agricultores y pastores, que reunidos cada vez mas numerosos empiezan a roturar y a explotar colectivamente los recursos del bosque, convirtiendo las formas silvestres del paisaje en cultivos y pastos respectivamente. Del bosque obtenían solamente lo necesario para su consumo doméstico, la elaboración de algún objeto simple como recipientes de todo tipo, construcción de edificaciones rudimentarias y alguna que otra actividad ceramista.

Entre los Siglos IX y XV sigue la transformación de gran parte del espacio forestal en superficies agrarias, cada vez mas diferenciadas el uno del otro, y esto unido al nuevo incremento de la población, hace que su expansión sea hacia zonas más montanas apareciendo dos aldeas de montaña dirigidas hacia los dos barrios que actualmente conocemos. A partir de entonces se organizan y empiezan a defender los intereses de cada colectividad y se establecerán las primeras normas para el correcto aprovechamiento del bosque. Hay una restricción, cada vez más de las masas forestales y hay una clara diferenciación entre los bosques vetados a la comunidad y los de ser utilizados por los vecinos. Dentro de los que eran comunes, lo aprovechaban para abastecerse de leña, madera, pastos, que les proporcionaría los ingresos suficientes para pagar impuestos y gastos de diversa índole.

El bosque sigue denso en la mayor parte del pueblo, constituye una de las principales fuentes de recursos y como tal su valoración crece progresivamente. Ya para el siglo XVI y XVII empieza la corta de árboles, principalmente de monumentales robles, para la construcción de nuevas edificaciones y exigencias exteriores, es además este, un periodo de crecimiento demográfico, otra aldea se encuentra en el fondo del valle Aroco. El sustento en las tres aldeas se obtiene de una agricultura poco evolucionada y limitada por las múltiples parcelas en las que se habían dividido las tierras.

En el siglo XVIII se produce un gran impacto sobre la superficie forestal. Dicha regresión sería paralelo a un nuevo incremento de la población, y a un aumento de las superficies cultivadas, que dispersará las nuevas viviendas hacia masas forestales, caminos y carreteras, puntos de agua, que en su conjunto ubicará los asentamientos definitivos de los barrios tal y como hoy conocemos. Los concejos se preocupan cada vez más de las talas incontroladas, conscientes de sus efectos, y se dictan normas cada vez más explicitas para frenar en medida de lo posible la evidente degradación del bosque. La resistencia a acatar las normativas, por no satisfacerles sus necesidades, hará que el bosque sea maltratado cada vez mas y se sigua perdiendo superficie. Ya claramente, de la producción de subsistencia se pasa a la comercialización e intercambio. Se introducen mejores herramientas como la sierra dentada de doble mano, que tendrá un gran impacto en nuestro bosque, donde el hacha era insuficiente para la tala de árboles de gran diámetro, con la sierra ademas se preparaban en el monte muchas de las vigas y otras estructuras para la construcción que aún conservamos en alguna de nuestras casas.

Ya en el siglo XIX la población de las aldeas aumenta, casi se duplica, así como las necesidades de la madera, ante la crisis de autoridad, ya que se multiplican los abusos, y las normativas y restricciones que seguían hasta el momento son también sistemáticamente ignoradas. Las comunicaciones aumentan con la construcción de nuevas vias y caminos, también aumenta de manera muy importante la superficie de zonas de cultivos y pastos por la roturación de zonas deforestadas. La aportación de nuevas técnicas, de nuevos aperos y herramientas así como la introducción de nuevos cultivos en especial la patata, incrementará de manera espectacular la capacidad social de transformar el medio. Se siguen adentrando en el bosque para su explotación con asentamientos en pleno bosque como la tejera de la Lamosa. Todo esto unido al aumento del consumo de leña, elaboración de carbón, fabricación de muebles, y construcción, explica que este sea el periodo de mayor deforestación de los montes de Arcera.

Al inicio del siglo XX hay un total aprovechamiento de las zonas de cultivo, hasta de tierras muy pobres por la saturación agraria. Desaparecen las masas forestales tan utilizadas para la construcción de las últimas viviendas, y su venta exterior para sacar ingresos para gastos del pueblo ( arreglos de la iglesia, etc. ). A pesar de las mejoras introducidas hay una pobreza generalizada que obligará a sus habitantes a desplazarse a otros núcleos para buscar fuentes complementarias de recursos. Entonces se empieza a observar un pequeño descenso en el número de habitantes a pesar de tener indices de natalidad muy fuertes. Ya a mediados de siglo se reduce prácticamente a la mitad su población y seguirá este descenso vertiginoso hasta finales de siglo. Sus consecuencias son que estamos ante uno de los territorios de la provincia en que la reforestación se está dando de forma natural, y sin intervención , por el abandono de sus tierras. De este proceso total de abandono y perdida de importancia, se deja paso a las actividades de pasto y ganadería exclusivamente, y también a la regeneración de las masas forestales que serán interrumpidas únicamente por los incendios frecuentes.

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